Un tren fuera de control
Una línea de tren construida para los turistas podría destruir comunidades indígenas a lo largo y ancho de la península de Yucatán.El nuevo vecino de Breni Pacheco es una máquina perforadora. Se parece a un tornillo sumamente gigantesco, con varios pies de diámetro, y se adentra varios metros bajo el suelo de su casa en Citilcúm, un pueblecito localizado en el estado mexicano de Yucatán y constituido por casas hechas con bloques de cemento. El pasado mes de diciembre, la perforadora creó un agujero del tamaño de una piscina justo al final de la calle donde vive Pacheco, que en el pasado solía ser una calle tranquila. Otro sitio de construcción cercano ha bloqueado la carretera principal que da acceso al pueblo, provocando que el tráfico tenga que ser desviado a través de una comunidad de 2.000 habitantes. En el pueblo, los más jóvenes se han visto forzados a cambiar sus rutas habituales para evitar la maquinaria y los agujeros en el suelo, privando a Pacheco, una costurera de 25 años, de los ingresos que solía ganar vendiendo dulces y botanas a los niños del colegio cuando volvían a sus casas.
Los hombres con chalecos naranja que operan la perforadora están construyendo el Tren Maya, una línea ferroviaria de 1500 km que debería comenzar a operar en diciembre. Éste es el proyecto insignia del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que tiene el objetivo de transportar a turistas con dinero desde Cancún a otras áreas de la península de Yucatán, desde Mérida en el oeste hasta Chetumal en el sur. “No hay nada en el mundo como este tren con respecto a su relevancia ecológica, turística, cultural y artística”, dijo López Obrador en febrero. El verano anterior, en mitad de varias impugnaciones judiciales que alegaban que la construcción violaba las leyes de protección ambiental, el presidente mexicano, más conocido por el público como AMLO, declaró el Tren Maya como asunto de “seguridad nacional” para mantener la construcción activa. La inversión del gobierno en el proyecto desde 2020 se aproxima a los 20.000 millones de dólares.
Cuando se inaugure en diciembre de 2023, se espera que el Tren Maya transporte a 8.000 turistas cada día y genere un beneficio anual de 150 millones de dólares. Además, se generarían más millones a partir de los negocios adjuntos a las estaciones de tren, como restaurantes y hoteles.
El Yucatán alberga conocidos destinos turísticos como Cancún, Playa del Carmen y Tulum, pero sigue siendo una de las regiones menos desarrolladas de México. La mayoría de los yucatecos fuera de estas ciudades todavía viven en pueblos pequeños, donde es más común ver perros callejeros larguiruchos que turistas, y se suelen usar las hamacas como camas. El 50% de la población de Yucatán se identifica como indígena y la mitad de ellos hablan lenguas mayas en sus hogares.
A las personas que viven en los pueblos junto a las vías del tren se les ha prometido oportunidades de negocios lucrativos una vez que ésta sea inaugurada. El gobierno ha promovido una visión en la que los locales podrán organizar recorridos turísticos y vender productos a los visitantes. Sin embargo, muchas de las ciudades con mayor pobreza en la región están a 45 minutos o más de la estación de tren más cercana y la mayoría de los residentes no tienen acceso a un coche. El precio de la gasolina por sí mismo, disipa cualquier posible beneficio.
Una de esas personas sin acceso a un vehículo es Breni Pacheco y su abuela. Cada día se sientan una al lado de la otra junto a dos máquinas de coser idénticas, haciendo sábanas bordadas para vendérselas a los vecinos. Aunque vivan a tan solo dos casas de las vías del tren, tendrían que recorrer 20 minutos en coche para llegar a la estación más cercana donde poder vender sus productos a los turistas.
“Hasta ahora solo hemos podido ver los costes y ninguno de los beneficios”, asegura Pacheco. “Las casas de mis primos fueron demolidas para poder construir el tren y el gobierno les compró casas nuevas, por lo que no se han quedado sin hogar, pero han perdido el valor sentimental de donde vivieron durante gran parte de sus vidas”.
Varias casas de Citilcúm han sido demolidas desde que la construcción comenzara el pasado otoño. Los propietarios han sido compensados con viviendas cercanas o casas en diferentes localidades con un valor similar a las que tenían.
En ningún momento hubo una negociación con respecto a estas decisiones. A los residentes simplemente se les avisó de que sus casas serían confiscadas. Mientras tanto, aquellos que viven directamente debajo o al lado de un paso elevado en las autopistas, no se les ha ofrecido la oportunidad de mudarse. A los residentes de la ciudad no se les dio ni tiempo ni lugar donde disputar o incluso mantener una conversación sobre la construcción con representantes del gobierno.
Carla Escoffié, una abogada y activista que representa a los residentes de Yucatán contrarios al Tren Maya, afirma que ésta es una práctica común en la región. “Los residentes no han recibido información transparente acerca del Tren Maya”, explica. “Se están enterando de los planes y de lo que supone el proyecto a medida que avanza la construcción. Piensan que no pueden hacer nada”.
El gobierno desplazó a cientos de personas de sus hogares durante la peor fase de la pandemia de COVID-19, justo cuando encontrar una nueva vivienda suponía un riesgo elevado. Hasta el momento, más de 3000 personas han sido desplazadas por toda la península para poder construir el tren.
Muchas de las personas que viven cerca de las vías tienen sentimientos encontrados acerca del proyecto y no son conscientes del impacto que el tren tendrá en sus vidas. Concepción Caunvega, que vive en la ciudad de Sudzal, a 15 minutos de la estación más cercana en la ciudad de Izamal, se muestra escéptica y no cree que el tren vaya a tener un impacto negativo en su vida.
“No sé si será bueno o malo, pero creo que AMLO sabe lo que hace”, se encoge de hombros mientras está de pie en la puerta de su casa, que luce un cartel con el presidente mexicano.
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Los críticos del proyecto argumentan que el tren cambiará para siempre los paisajes de Yucatán, una región rica por su diversidad e historia indígena. Sostienen que destruirá ecosistemas de gran valor y las ruinas mayas, todo esto con el único objetivo de lograr beneficios. Además, convertirá la península en un parque temático para los que vayan de vacaciones de primavera. Escoffié dice que el daño en la región es ya difícil de calcular y empeorará a medida que los turistas inunden la península, ‘Cancunificando’ la zona.
“Desafortunadamente, muchos de los efectos del Tren Maya no son visibles todavía y la mayoría de las personas no saben el impacto real que tendrá”, argumenta la abogada.
La península de Yucatán está dotada de cuevas subterráneas llenas de aguas transparentes, más conocidas como cenotes, lugares sacros de la religión maya, donde buceadores y arqueólogos han hallado artefactos, pinturas rupestres y restos humanos que datan de hace 12.000 años. Hasta el momento, el Tren Maya ha puesto en riesgo de colapso de, al menos, 6.000 cenotes que probablemente contengan miles de artefactos y fósiles; todo ello debido al peso de los vagones del tren y de la maquinaria.
“Los efectos en los cenotes y el medio ambiente es algo que veremos una vez que el tren esté operativo”, añade Escoffié.
Al menos 25.000 artefactos y ruinas mayas han sido recuperados de los lugares de construcción en la ruta del tren, incluyendo casas antiguas, vasijas de piedra y esculturas. Se desconoce si estos han sido destruidos durante el proyecto, pero varios arqueólogos prominentes se han comenzado a preguntar: si se han podido encontrar tantas reliquias, ¿cuántas más habrán sido destruidas?”.
Escoffié señala que la caracterización de la cultura maya representada en Cancún y otras zonas turísticas caricaturizan la compleja y variada colección de tradiciones y estilos estéticos que forman parte de la cultura maya. Su temor, compartido por líderes y activistas indígenas de toda la península, es que el tren extienda esta imagen a lo largo de sus vías y eclipse los aspectos tradicionales del estilo de vida y costumbres mayas a favor de una imagen menos formal y más parecida a Disney.
Guadalupe Gutiérrez Cáceres, directora del Colectivo Tres Barrios, una comunidad que se opone al tren en el estado de Campeche, se atreve a describir el tren como un “genocidio cultural” que amenaza con destruir el estilo de vida practicado en la región durante miles de años.
“El proyecto destruirá lo poco que queda del pueblo maya, la manera en la que la gente cultiva y siembra semillas para que podamos comer frutas y legumbres deliciosas. Están destruyendo nuestras costumbres y lengua para promover este proyecto. Quieren que les limpiemos las narices a los turistas y que limpiemos sus baños. No nos van a dar un trabajo digno”.
En 2021, Tres Barrios, que representa a 2.000 personas de tres barrios de Campeche, negoció con el gobierno que el tren cambiara de ruta para que no destruyera las casas de nadie y no obligara a los ciudadanos a desplazarse.
No obstante, la transformación de Campeche será inmensa, confirma Gutiérrez Cáceres. A diferencia de Mérida y de Cancún, ciudades que están acostumbradas al turismo, Gutiérrez Cáceres dice que la nueva industria traerá mayores índices de violencia a Campeche, así como una vida nocturna dañina para los vecinos.
“La Guardia Nacional ha llegado a Kalakmul, la región de Campeche que está sufriendo el mayor daño medioambiental. Ahora hay más casos de alcoholismo y la media de asesinatos ha incrementado”, dice. “En mi vecindario una persona fue asesinada con una pistola la semana pasada. Todos nos preguntamos cómo alguien de la comunidad haya podido tener acceso a un arma. Las circunstancias ya están cambiando a gran velocidad”.
En enero, en Paraíso Nuevo, otra ciudad cercana a las vías del tren, la policía ha hecho uso de la fuerza física para desahuciar a familias de sus casas para que estas sean demolidas y así poder instalar las vías. Los residentes de la ciudad han bloqueado la construcción desde noviembre de 2022, colocando árboles talados a lo largo de la carretera para evitar que los camiones de cemento y la maquinaria lleguen al sitio de construcción.
Un obrero de la Línea 3 del tren, que conecta Mérida y Cancún, y que no quiere compartir su nombre, dice no tener conocimiento de la resistencia de los vecinos o de ningún disturbio. Asegura que él pensaba que la mayoría de las personas estarían a favor del tren y que las únicas opiniones contrarias provendrían de los ecologistas, quienes, piensa, están exagerando y no están al tanto de los protocolos empleados por los ingenieros para proteger el ambiente natural.
“Algunos de mis amigos se oponen, pero son ecologistas y creo que no disponen de la información correcta”, comenta el obrero.
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El tramo del tren que atraviesa la frondosa selva del sur de Campeche, un entorno natural protegido, ya ha tenido un impacto elevado en ecosistemas de gran valor. Los trabajadores de la construcción han talado zonas de bosques que son hábitats clave para la fauna del lugar. En una visita a la zona, Gutiérrez Cáceres asegura haber tenido que contener las lágrimas al presenciar cómo las máquinas rellenaban con cemento una parcela que antes estaba boscosa.
“Los árboles fueron reducidos a tocones”, comenta. “Dicen que tienen un plan para plantar nuevos árboles, pero ¿en dónde? Éste es el hábitat de tantas especies que requieren de ciertas condiciones para poder sobrevivir”.
Gutiérrez Cáceres reafirma que el gobierno y sus representantes no han sido honestos acerca de los propósitos reales del tren: “la mayor mentira que nos han contado es que traerá puestos de trabajo”.
Duda que el tren atraiga oportunidad económica y que llegue a crear puestos de trabajo en Campeche, ya que la mayoría de los turistas estarán más interesados en visitar Mérida y las ruinas de Chichen Itzá. Probablemente pasen por Campeche, un territorio con pueblos pequeños, con menos lugares arqueológicos, varios kilómetros de selva virgen y solo ciudades medianas que no están acostumbradas al turismo.
Lo que el tren sí atraerá, según Escoffié, es a las patrullas de la Guardia Nacional y a las organizaciones criminales, que lucharán por controlar las actividades ilegales a lo largo de todo el recorrido del tren.
“Yucatán y Campeche son de los estados más seguros del país, pero Quintana Roo (donde se encuentra Cancún) es uno de los más peligrosos”, comenta. “El modelo turístico atrae a gente que viene de vacaciones, pero también trae consigo el consumo de drogas y el tráfico humano”.
Gutiérrez Cáceres cree que resulta una ironía, un tanto oscura, el hecho de que los ciudadanos llevaran años pidiendo al gobierno que construyera una línea de tren en ciertas zonas de la península: un modelo de transporte más asequible que ayudaría a aquellos trabajadores sin coche a llegar a otras zonas de la península para trabajar. El Tren Maya es mucho más extenso, pero sus 15 estaciones se encuentran en las ciudades más grandes y turísticas. Todavía se requerirá de un vehículo para poder llegar a los pueblos y ciudades más pequeñas donde se encuentran los puestos de trabajo de estos ciudadanos.
“No está construido para nosotros, sino para los turistas”, confirma Gutiérrez Cáceres. “Es como si presentaran la cultura como un circo. Se le forzará a la gente maya a que hagan de actores y representen sus rituales más importantes y privados ante la audiencia, como si fueran acróbatas”.
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